LOS NIÑOS DEL PILÓN. 2016.
Los niños del pilón. 2016. Conjunto escultórico que muestra la entrañable imagen de dos niños de tiempos pasados disfrutando un rato junto al pilón. Cómo solía ser habitual, acompañados del “botijo” y un gato. Evoca aquellos niños que pasaban el día en la calle, aburridos, con sus zapatos desatados, descamisados, despeinados y siempre con el “tirachinas” en el bolsillo. Recuerdos de una época feliz.
CONVERSANDO EN EL PILÓN
-Fernando Herrero Rojo-
La algarabía de los niños inunda la plaza. En una esquina, como si fuera un espacio reservado, a salvo de aquel guirigay, están reunidos un grupo de adolescentes en animada conversación sobre asuntos de su interés. Son una pandilla de amigos.
La madre de Manuel, uno de los asistentes, aparece de improviso e interrumpe el diálogo sin ningún saludo previo:
-Manuel, vete a casa, coges el botijo y vas a llenarlo a la fuente del pilón. Deprisa.
Han llegado al pilón pertrechados con el botijo.
Es el momento representado en la escultura de Ángel, formado por dos adolescentes, un botijo y un gato; éstos dos elementos, situados en el lugar opuesto al adolescente sentado, equilibran la estética perceptiva del conjunto.
No es escultura de interiores, de museo. El entorno espacial realza la credibilidad del mensaje y forma parte de él.
La sintaxis del conjunto escultórico, la relación de los elementos entre sí, enmarcados en un tímpano triangular imaginario, nos informan sobre el contexto emocional en que se desarrolla la conversación:
- El gato, de instinto arisco y huidizo, testifica que el ambiente emocional es tranquilo; en caso contrario, él no se hubiera detenido
- El botijo nos recuerda para qué han ido a la fuente.
- Las posturas y gestos de los adolescentes, (uno, de pie sobre el bordillo del pilón, con las manos atrás, un calcetín caído y a pecho descubierto; y el otro, con las manos agarrándose la rodilla) nos dan entender que llevan tiempo dialogando en un ambiente emocional calmado, reposado, informal y amigable. El lenguaje corporal lo confirma–
– Nos tratan como a niños. Hasta nos visten con pantalón corto. No se enteran. No somos niños.
Y no son niños porque si lo fueran estarían jugando con el agua; en la niñez, el juego lo es todo; en la adolescencia, la amistad.
– Dicen que no tenemos preocupaciones: ¿y los estudios? ¿y el futuro profesional? ¿y nuestros compromisos con la pandilla? Si no cumples no te aceptan y la autoestima por los suelos. Nuestro mundo es más amplio que la familia, tiene otros límites.
-Y te dicen con descaro: ¡qué problemas tienes tú! ¿te falta algo?
-Tengo la sensación de que no nos escuchan. No hacemos nada bien. Nuestros sentimientos no tienen importancia, ni nuestros insomnios. Anoche, después de varias vueltas en la cama, solo encontraba la posición del insomnio: boca arriba y mirando al techo de la habitación. Conozco todos los rincones del techo de mi habitación. Por las noches escribo sobre ellos, con la mirada, los fracasos, el pasado de dolor y nostalgia, las desilusiones de mi vida amorosa. Cómo martillean los amores imposibles, pasados y actuales ¡qué duraderos y persistentes son!
Se hace un silencio que hurga en el pasado, mientras las palabras hurgan en el presente..
El adolescente tiene miedo a ser rechazado por sus iguales y no sentirse importante de cara a sus padres
– ¿Tú qué tal te llevas con tus padres?
– Un día les quiero y otros días les odio. Sin embargo, les necesito. ¡Son tan importantes para mí en este momento en que ni yo me entiendo! Solamente pido que me escuchen, que me aconsejen y me animen; como hacía un padre, J. A. Goytisolo, con su hija Julia:
“Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo”
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Llevan tiempo conversando con pocas palabras y muchos silencios con la mirada perdida en un horizonte indefinido, en actitud confiada, reflexiva y de amistad. Comparten las ilusiones, los miedos y su infinito mar de dudas
–
Mañana, se marchitarán las certezas de hoy, renacerán los miedos de ayer y su vida volverá a ser un tiovivo de tristezas y alegrías.
La adolescencia es una nueva forma de ver la vida: amigos, amores, padres, miedos, futuro.
La conversación es la mejor terapia para los males adolescentes.
Sobre todo, si es cara a cara, entre amigos y en el bordillo del pilón de los remojones de una niñez ya superada. Y sin prisas.
El botijo, indiferente, sigue esperando su destino.
POSTDATA:
«¿Qué me importa lo que Cervantes quiso o no quiso poner allí y lo que realmente puso? Lo vivo es lo que yo allí descubro, pusiéralo o no Cervantes, » UNAMUNO
Todas las interpretaciones son válidas y dignas de respeto
Como autor “que empaqueta y presenta, con mayor o menor éxito, informaciones propias y ajenas”, me he permito publicar, con atrevimiento y desfachatez, las mías.
¿Por qué no escribes y añades tus interpretaciones o tus opiniones?
ATRÉVETE.
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