CARRETERO. 2020
Los carreteros de Mecerreyes. Recuerdos de mi pasado próximo.
Dícese “carretero” al fabricante de carros y carretas. También se aplica al hombre que guía las caballerías o los bueyes que tiran de tales vehículos. (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
Desde que el mundo es mundo, el invento más importante en la vida del hombre ser humano ha sido el descubrimiento de la rueda en Mesopotamia, presumiblemente por un alfarero, en los albores del V milenio antes de Cristo, y que fue el invento que más progreso ha aportado a la humanidad desde aquellos tiempos. En el IV milenio, se encuentran restos de carros con ruedas tirados por animales para el transporte.
Mecerreyes es el pueblo que me vio nacer. En él pasé mi infancia y una pequeña parte de mi juventud, ya que desde hace más de 40 años estoy viviendo en Barcelona.
En este pueblo, agrícola y ganadero por excelencia, hacer carros era un oficio muy reconocido y para el que se necesitaban competencias y habilidades específicas.
Mecerreyes fue un pueblo con muchos artesanos: cacharreros, tejeros, guarnicioneros, chacineros, herreros, albañiles, tejedores, y algunos más, y entre ellos también, los carreteros.
Julián Vicario y su hijo Lorenzo. 1942
Mi padre, Lorenzo, fue carretero. Hijo de carretero y hermano de carretero. Pero con él acabó este oficio en la familia Vicario-Alonso, pues a mediados de los años 60 (del siglo pasado, ¡qué barbaridad!) la mecanización y el progreso llegó al campo castellano, y con ello los tractores y resto de maquinaria. Esto supuso el fin de una época artesanal para la agricultura
Estos artesanos tenían muchas competencias y habilidades profesionales. Eran pequeños empresarios que llevaban su propia contabilidad, sus relaciones comerciales con los clientes, su posicionamiento en el mercado, su marketing (aunque en aquellos momentos no se conocía con esta palabra todo lo que hacían para posicionar su trabajo); además también tenían que ser herreros, carpinteros, pintores (y no de brocha gorda, que también), sino pintores de trabajo fino y delicado, ya que cada artesano tenía su propio elenco de dibujos. Estos dibujos ornamentales se realizaban con la técnica del fileteado, consistente en realizar la decoración con pinceles de pelo largo o pinceles para filetear. Se decoraba tanto las cajas de los carros como las ruedas. La decoración utilizada servía para identificar al maestro carretero. (Yo recuerdo ver a mi padre con un trozo de cristal -a modo de paleta- donde ponía los diferentes colores que iba a utilizar y con un pincel de pelo muy largo hacer su fileteado personal, para mí siempre fue un misterio cómo podía hacer aquellos dibujos con tanta precisión)
Fotografía sacada del video “El carro de Mecerreyes” realizado en el 2000.
Así pues, la rutina no era precisamente una de las características de este oficio, ni por lo que respecta a la construcción propiamente dicho del carro, ni por el tipo de carruajes que realizaban.
Según las funciones para que se utilizara el carro, el número de animales que tiraran de él, se hacían carros de varas o de yugo, pudiéndose especializar en cada versión, en hacerlos con caja (como el de la fotografía anterior) o sin caja. Estos últimos, sin caja, son los que se utilizaban en la Sierra de la Demanda para transportar troncos de madera.
Cada carro construido era único, y adaptado a las necesidades del cliente.
Los carreteros de Mecerreyes eran famosos en la provincia y hasta ellos llegaban agricultores y clientes de diferentes y lejanos pueblos para hacer su encargo. Recuerdo que en mi casa los “clientes” eran tratados exquisitamente ya que una buena atención estaba en la base de futuras recomendaciones a otros clientes potenciales; se les invitaba a comer y si era necesario, se les ofrecía cama para pernoctar, ya que la competencia era muy grande, y había que tener contento y satisfecho al cliente. Al final se convertían en amigos.
Estos artesanos tuvieron un tránsito muy efímero entre el carro con ruedas de llantas de hierro y la mecanización del campo: la llegada de los tractores. Apenas les dio tiempo de mentalizarse para el cambio…, y tuvieron que cambiar de oficio; para ello aprovecharon esas competencias y habilidades profesionales que antes comentaba. Así, mi padre se dedicó a la carpintería.
Para estos artesanos no hubo ni planes de viabilidad, ni acompañamiento para el cambio de profesión, ni formación… eran los tiempos del “¡apáñate como puedas”!
En su adaptación al cambio, les fueron vitales sus competencias, habilidades, pero, sobre todo, tener la mente abierta, (exactamente como pasa actualmente, tienen mayores posibilidades de adaptación al cambio las personas que tienen la mente abierta y son capaces de poner sus habilidades y competencias al servicio de los nuevos tiempos.)
Pero volviendo al tema. El último carro que yo vi construir en el taller de mi padre, fue hace muchos, muchos años; en este momento no sabría precisar, pero creo que fue a principios de los años 70, y se hizo para un agricultor nostálgico que se negaba a la mecanización y que pidió que el carro fuera hecho por el método tradicional, con sus ruedas con aros de hierro, su decoración.…
¡Qué tiempos tan lejanos y tan próximos a la vez!
Texto realizado por Elisa Vicario y actualizado en noviembre de 2021.
POSTDATA:
«¿Qué me importa lo que Cervantes quiso o no quiso poner allí y lo que realmente puso? Lo vivo es lo que yo allí descubro, pusiéralo o no Cervantes, » UNAMUNO
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